¿Todo va a salir bien?

¿Todo va a salir bien?

Ya informaron que el número de infectados por el Coronavirus llegó al millón de personas alrededor del mundo.

  • Catagoría:  Fe
  • Autor:  Miguel Pulido

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Las muertes no se detienen en decenas de países que enfrentan como pueden esta emergencia a pesar de tener un sistema de salud sobrepasado por la demanda. Más de una tercera parte de la población mundial está en cuarentena obligatoria por causa de una amenaza invisible pero real, microscópica pero comprobada, que, entre otras cosas, ha hecho que las economías nacionales y personales tiemblen.

La vida ya no es normal.

Pero esperamos que vuelva a serlo.

Se han promocionado campañas por las redes sociales en las que nos tomamos fotos que transmitan esperanza, que le digan al mundo que todo va a salir bien. Hay numerales y tendencias que apuntan a ello, videos emocionales que nos llevan a remover las fibras más profundas, escritos y discursos que nos quieren animar a seguir adelante con la ilusión de volvernos a abrazar. En mi caso personal, sueño con el momento de volver a verme con mi familia extendida, encontrarme con mis amigos para un café y regresar a una reunión de la iglesia para abrazar a mi gente.

Sin embargo, creo que deberíamos tomar una pausa. Porque la pregunta que tenemos que hacer es: ¿qué significa bien en la frase “todo va a salir bien”? Por supuesto, la idea es que nos cuidemos, que haya la menor cantidad de contagiados, que no lamentemos más muertos. Pero la impresión que me deja esa declaración, por otro lado, es que este es un capítulo que se va a cerrar, ojalá pronto, para regresar a la normalidad.

¿Es eso lo que queremos?

¿Realmente anhelamos la normalidad?

¿Podemos equiparar nuestro bien con la cotidianidad a la que estábamos acostumbrados?

Evidentemente, la vida nos ha dado un vuelco. Seguramente has visto fotografías de cómo la naturaleza ha tomado un descanso de nosotros. La contaminación generada por nuestra voracidad ha frenado. Aquello por lo que estaríamos dispuestos a hacer lo que fuera hace unos meses (el celular más reciente, una comida en un restaurante fino de la cual ufanarnos con una fotografía, comprar un elemento de casa que va a hacer nuestra vida más cómoda) hoy ha pasado a un segundo plano. El simple hecho de poner un plato en la mesa es una pequeña victoria digna de celebrar. Hemos vuelto a ver el valor que tiene lo simple, para darnos cuenta que lo que considerábamos importante en realidad no lo era.

Así que puede existir el anhelo de esperar ansiosamente que finalice esta cuarentena, se encuentre una vacuna y, por fin, salgamos del encierro para regresar a una existencia como la conocíamos. Entonces, nada de esto habrá valido la pena. Pasaremos la crisis, pero la crisis no habrá pasado por nosotros. Concluiremos que esto era una pausa y no una voz desgarradora que nos grita que cambiemos no sólo nuestro rumbo, sino nuestro corazón. Pensaremos que esto se trataba de una circunstancia por superar y no una oportunidad para cambiar.

Oro por aquellos que se encuentran enfermos para que logren salir adelante, ganándole la batalla a este aterrador virus. Pero mi preocupación es porque encontremos una cura para nuestro egoísmo, individualismo, codicia, indolencia, corrupción, engaño, hipocresía y un extenso etcétera.

El dolor, dijo C.S. Lewis, es el megáfono de Dios para hablarle a un mundo sordo.

Somos sordos que necesitan despertar.

La pregunta no es: ¿qué vas a hacer cuando esto acabe?; la pregunta es: ¿qué estás haciendo mientras esto acaba?

Todo puede salir bien ya… si permites que tus oídos le presten atención a lo que Dios nos está pretendiendo decir.

 

©MiguelPulido


Miguel PulidoPor Miguel Pulido
Miguel es Teólogo del Seminario Bíblico de Colombia, y pastor de jóvenes de la Iglesia Confraternidad en Bogotá, además de ávido escritor con la capacidad de conectar nuestra realidad con la perspepctiva bíblica.

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