El mundo en el que vivo es uno de paradojas, contradicciones y sentidos, del cual trato de escribir para ver si lo entiendo un poquito.
- Catagoría: Fe
- Autor: Miguel Pulido
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Vivimos en una sociedad que es más rigurosa con su alimentación que cuidadosa con su sexualidad. Se escandalizan si se comen un paquete con calorías, pero no le importa saber el nombre del que meten a la cama. Te dicen que pierdes si te enamoras, con tal que le des vía libre a tus hormonas. El sexo es convencional y el tabú parece ser amor.
Las discusiones ahora versan sobre si eres dueño de tu cuerpo, pero nadie se da cuenta de la paradoja: puedes escoger abortar, sin embargo, si eres tan dueño, tan poderoso y capaz, ¿por qué no pudiste escoger que esa vida no creciera en tu vientre? Hay cosas que se salen de nuestras manos, no somos tan independientes, no podemos agregar un segundo a nuestra existencia o elegir sobre nuestra salud, necesitamos acudir a métodos externos que alimenten nuestra falsa noción de control.
Somos más respetuosos con huevo de avestruz que con un feto en un vientre materno. Decimos que estamos a favor de la vida, siempre y cuando no interrumpa nuestro movimiento. Nos besamos con la muerte cuando nos beneficie, bien sea en nombre de la “justicia”, “libertad” o “humanidad”, cualquier calificativo sirve para respaldar nuestra voluntad.
Veo a tantos que se quejan de los hurtos al país, mientras roban el pasaje de Transmilenio para ir a su trabajo. Cada uno es corrupto en la medida de sus posibilidades, creemos que somos “vivos” cuando aprovechamos las oportunidades. No obstante, creo yo, justificarnos en comparación con otros es un consuelo de tontos.
La soledad es el mayor mal actual, aunque las redes sociales nos hagan creer que tenemos un club de fans. Los jóvenes se sienten solos, deprimidos y agobiados, pensando que un corazón más en una foto les va a dar el descanso deseado. Lo paradójico, sin embargo, es que nos volvimos incapaces de mirar al otro a los ojos, no tener nuestro celular cerca nos pone ansiosos.
Odiamos la soledad y el estar en comunidad. ¿Quién entiende tanta terquedad? Te dicen que creen a Dios a su manera, que la iglesia en realidad les sobra, pero ¿cómo puedes vivir el amor de Dios si los demás no importan?
Creamos a un Dios de bolsillo, que simplemente a nuestros gustos les dé un contentillo, quizás por eso nos es tan fácil llamarle “diosito”. No te reta, no te exhorta, no te cambia, sencillamente asiente como un esclavo para respaldar cada una de nuestras manos. Unos te hablan de su libertad, pero te atan a un montón de cargas que nunca van a mermar. Otros te dicen que eres un retrógrado, aunque no han degustado de la gracia, que es el antídoto más revolucionario de todos.
Hablamos de progreso, aunque no importa si cada quien va a su lado en el universo. Desde que no nos molesten, que no nos pongan obstáculo, nos quedaremos con gusto callados. Te hablarán de tolerancia, siempre y cuando estés de acuerdo con todo lo que rezan sus manifiestos. El grupo de los que piensan diferente parecen todos iguales, ¡bendita ironía que sigue corriendo a raudales!
Mundo quebrado, mundo desorientado, que sigues necesitando una brújula en tu mano, que clamas por la Verdad como un desterrado. Ojalá busques las respuestas más allá de tu propio ombligo y puedas volver tu mirada al que quiere ser tu amigo. No son estas las palabras de un religioso, son las reflexiones de un andrajoso que encontró el verdadero abrazo santo, misericordioso y amoroso.
©MiguelPulido
Por Miguel Pulido
Miguel es Teólogo del Seminario Bíblico de Colombia, y pastor de jóvenes de la Iglesia Confraternidad en Bogotá, además de ávido escritor con la capacidad de conectar nuestra realidad con la perspepctiva bíblica.