¡El dictador debe caer!

¡El dictador debe caer!

El dictador es una persona cuyas ínfulas de poder le han intoxicado tanto el alma que está dispuesto a hacer cualquier cosa por permanecer en él.

  • Catagoría:  Fe
  • Autor:  Miguel Pulido

Anuncios

El pueblo que algún día juró defender se convierte en la primera víctima de su codicia. Comúnmente, en nombre de la libertad terminan perpetuando aquello a lo que se opusieron en el pasado. Son opresores del pueblo que supuestamente rescataron.

Realmente no importa si es de izquierda o de derecha.

La maldad no tiene preferencias políticas.

En América Latina se han dado dictaduras de toda índole y con inimaginables consecuencias. En la actualidad, el caso más cercano se encuentra en Venezuela. Probablemente viste las imágenes. Ríos de gente reclaman que Nicolás Maduro se haga a un lado, abandone la presidencia y le dé el lugar a Juan Guaidó; y, por otro lado, también miles de personas marchan para respaldar al gobierno de turno. Tensión en su máxima expresión. La caldera para una guerra civil, Dios no lo quiera, parece estarse preparando.

No quiero ahondar en las implicaciones políticas de este hecho (porque no soy politólogo), pero creo que esta situación evidencia una coyuntura mundial con profundas implicaciones. Pensar sin más que la respuesta es una intervención armada no es ni responsable ni medianamente cristiano. Sentirse tranquilo con el derramamiento de sangre es una muestra de la insensibilidad que genera el hablar desde la comodidad de nuestra casa. Es muy fácil declarar una guerra cuando no eres tú ni alguien que amas el que va a ir a luchar. Somos valientes cuando son otros los que tienen que poner el pecho.

Igualmente, pensar en un diálogo es necesario y ético, pero tenemos que ser honestos con que no será fácil y, quizás, ni siquiera factible. En este punto, creo que suena idealista.

Evidentemente, es un problema difícil de solucionar.

En lo que quiero reflexionar es en las respuestas que he visto respecto a este tema. Como tengo entre mis amigos a personas de derecha y de izquierda, me llama la atención cómo levantan la voz para pedir la caída del régimen o, si están en el otro lado del espectro, guardan conveniente silencio o resaltan las injusticias de nuestro país para evidenciar nuestra hipocresía. Lo que esto me muestra es que parece que tu posición política te mandará a cumplir con ciertos parámetros, una especie de camisa de fuerza. Si eres de uno o de otro lado, tienes que apoyar lo que este hace y rechazar lo que hace el otro incondicionalmente.

Esto es una tragedia. Nuestra posición política no puede superar a nuestra humanidad. No podemos ser ciegos a las tragedias o asentir como burros sólo porque este o aquel líder lo sostiene. Si hay cosas que mi opositor político hace bien, reconozcámoslo; si hay cosas malas de mi lado político, digámoslas. Escudarse en una selectividad hipócrita será conveniente, pero ineludiblemente desalmado.

Porque el fanatismo es obsesivo.

Si nuestro parámetro es lo que diga un político y no lo que es correcto, apoyaremos injusticias.

Si nuestro parámetro para apoyar algo es que lo hizo nuestra preferencia política, perderemos nuestro criterio.

En el fondo, una dictadura y todo este conflicto ha demostrado que tenemos un corazón tendiente a la idolatría, a la admiración ciega, a la entronización del otro. Desplazamos a Dios por una preferencia política. Si nos mueven más pasiones los apellidos “Uribe” o “Petro” que el nombre “Jesús”, tenemos un problema. Grande. Terrible. Que necesitamos transformar cuanto antes. Es un problema de adoración equivocada.

¡Que caigan este y todos los dictadores!

Para que nuestro corazón recuerde quién es el que de verdad tiene poder.

 

©MiguelPulido


Miguel PulidoPor Miguel Pulido
Miguel es Teólogo del Seminario Bíblico de Colombia, y pastor de jóvenes de la Iglesia Confraternidad en Bogotá, además de ávido escritor con la capacidad de conectar nuestra realidad con la perspepctiva bíblica.

Anuncios