Política. Púlpito. Peligro

Política. Púlpito. Peligro

Quisiera no escribir sobre este tema, pero cada vez que hay elecciones debo de hacerlo.

  • Catagoría:  Fe
  • Autor:  Miguel Pulido

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Desearía que como iglesia pudiéramos discutir respecto a las ideas de los candidatos políticos más a fondo, pero al prestarles el púlpito de comunidades cristianas representativas estamos restringiendo nuestras verdaderas posibilidades. No solamente comprometemos votos, sino que distorsionamos el propósito que debería tener el pueblo de Dios.

Las afiliaciones políticas silencian la voz profética.

Le quitan su poder.

Escuché a un reconocido pastor referirse a un aspirante a la alcaldía como “el candidato de los cristianos”. Y yo pregunto: ¿cuáles cristianos? ¡A mí no me consultaron nada! Homogeneizaron el pensamiento de un pueblo multiforme y restringieron un torrente infinito de ideales a una campaña de gobierno.

Al margen de por quién deberíamos votar (igual es una decisión personal), considero que combinar el púlpito con una agenda política específica es un peligro muy real en muchos sentidos. Por ejemplo, si no estás de acuerdo con algo de ese candidato o de sus propuestas, entonces algunos plácidamente cuestionarán tu fe, tu ética y tu devoción. Las diferencias entre tus consideraciones políticas y las leyes divinas se confunden con una facilidad pasmosa.

En otros casos se sostiene que un determinado candidato o candidata debería ser apoyado por el pueblo cristiano porque defiende los valores. Pero tenemos que hacer una pregunta antes: ¿qué valores? Porque sí, está bien que defiendan a la familia, los principios a favor de la vida, la justicia contra los pillos. Pero también existen valores como la equidad, el respeto por el otro y por el erario público. Resulta contradictorio no sentirse incómodo con partidos evidentemente corruptos, solamente porque apoyan algunos valores con los que estamos de acuerdo.

Por supuesto, no existe ningún candidato que cubra todo.

¡Por eso no podemos subirlos al púlpito!

La independencia es esencial para tener la posibilidad de criticar aquello que está manchado por el mal y aplaudir lo que tiene virtud. El trabajo de los profetas nunca fue lamer las botas de rey. Claro, había profetas que le decían al rey lo que quería oír, pero eran los falsos. Hablaban por dinero, no por designio de Dios. Nosotros hacemos parte de un linaje de personas que tuvieron la facultad de contradecir el poder y denunciar sin ningún temor sus inconsistencias.

Sin embargo, en algún momento del camino llegamos a la terrible conclusión que influencia y poder eran sinónimos. ¡Qué equivocados estamos! Nuestra vocación sagrada como comunidad de fe no fue sentarnos en el trono, sino señalar siempre hacia el verdadero Trono. Porque todo poder existente es relativo, temporal y pálido en comparación con el verdadero Rey del Universo. En el momento en que nos deslumbramos con la idea de que nuestro voto va a quitar y poner reyes olvidamos que nuestra influencia radica en el silencio, en lo pequeño, en lo cotidiano, en lo débil.

Somos comparados con semillas, ovejas, levadura o sal. ¿Suena poderoso? Creo que no. ¿Pero es influyente? Claro que sí. No debemos meternos en la tonta carrera de llegar al poder, porque ese nunca fue nuestro propósito; la iglesia ha sido llamada para trastornar este mundo, enfrentando las mismas puertas del Infierno en ese proceso.

Y ni siquiera eso la va a detener.

No la ha detenido ni la hará.

Pero tengo el temor de que no sea el Infierno el que nos detenga, sino que nosotros mismos nos hayamos detenido. Cuando aspiramos a sentarnos en tronos, olvidamos trasegar el camino que nos corresponde.

La iglesia de Cristo puede alterar el curso de su país.

Y para eso no ha necesitado nunca ningún partido o candidato.

©MiguelPulido


Miguel PulidoPor Miguel Pulido
Miguel es Teólogo del Seminario Bíblico de Colombia, y pastor de jóvenes de la Iglesia Confraternidad en Bogotá, además de ávido escritor con la capacidad de conectar nuestra realidad con la perspepctiva bíblica.

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