Orar por el Presidente

Orar por el Presidente

Llegué a la fotografía porque sigo en Instagram al pastor Andrés Corson. Estaba abrazado a otros pastores y al presidente de Colombia.

  • Catagoría:  Fe
  • Autor:  Miguel Pulido

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Según explicaba, habían sido invitados para orar por el mandatario, quien enfrenta una tremenda crisis social y gubernamental por las constantes protestas, paros y marchas.

Por pura curiosidad revisé los comentarios. Los extremos eran inevitables. Varios tenían peleas casadas entre ellos por causa de sus opiniones. Unos aplaudían la iniciativa de ir a la Casa de Nariño para interceder delante de Dios por el presidente. Otros lo veían como un error de grandes proporciones, ya que significaba respaldar un gobierno que no estaba haciendo las cosas correctamente.

En medio de la situación que vivimos como país he notado una tendencia en nuestras declaraciones como cristianos: citamos versículos que respaldan nuestra posición política. Si votaste por este gobierno o tu ideología está en consonancia, recordarás esos apartes que hablan de someternos a la autoridad y orar por ella. Si, por el contrario, tus ideas políticas están en una dirección contraria, dirás que Jesús fue un gran revolucionario y que debemos pronunciarnos contra toda forma de injusticia gubernamental.

Me gusta hablar de política.

Pero no confío en los políticos.

Su problema, por supuesto, no es ser políticos, es ser pecadores. Eso significa que son inconsistentes, mentirosos, hipócritas, se aíran por estupideces y permanecen en silencio frente a tragedias reales, actúan de forma incoherente, le fallan a Dios y a otros por acción y por omisión. Como yo. Sé de qué hablo no porque sea político sino porque soy pecador.

Sin embargo, cuando alguien está expuesto como personaje público en la política, sus errores encuentran una resonancia mucho mayor. Ya no sólo los afectan a ellos o a su círculo más cercano, sino a todo un país. Las posiciones de autoridad son un amplificador de las decisiones del corazón. La corrupción de una persona que roba el pasaje de Transmilenio es tan terrible como la de un Senador que malversa los recursos de inversión social para su municipio, pero evidentemente los resultados son diferentes.

Una misma maldad puede tener distintas consecuencias.

Siendo completamente honesto (y quizás por mi carácter), tengo la inclinación a pronunciarme contra las injusticias del gobierno de turno. Trato de no casarme con una posición política, porque creo que eso coarta la necesidad de independencia que se requiere para guardar la objetividad. Uno debe tener el criterio y la sensatez de aplaudir lo bueno y señalar lo malo, pero para ello necesita no haber hecho acuerdos absolutos con ningún partido, ya que cualquiera de ellos es susceptible de fallar.

Pero también encuentro que esta tendencia fácilmente me lleva a la indolencia. Se me olvida que detrás de un puesto hay un ser humano. Él tiene que responder delante de Dios, no de mí, porque yo no ocupo el lugar de juez del Universo. Por supuesto, si hay maldad se debe denunciar, pero debe existir de la mano con la misericordia.

Porque si predico el amor incondicional de Dios es para todos.

Incluyendo aquellos con los que estoy en desacuerdo.

Es como si nuestra responsabilidad delante del Señor sea aprender a tener los pies en ambos lados: la exigencia y la bondad; la justicia y la misericordia; la verdad y la gracia; la resistencia y la oración. Enfatizar solamente una de las partes resulta tóxico, poco balanceado y, en última instancia, no es cristiano. Somos convocados a aprender a navegar entre ambas aguas.

Seguimos a alguien que le dijo “zorra” a Herodes (Lucas 13:32), pero también clamó: “Perdónalos porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34).

Eso sí es equilibrio.

 

©MiguelPulido


Miguel PulidoPor Miguel Pulido
Miguel es Teólogo del Seminario Bíblico de Colombia, y pastor de jóvenes de la Iglesia Confraternidad en Bogotá, además de ávido escritor con la capacidad de conectar nuestra realidad con la perspepctiva bíblica.

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