Solo es sexo (parte 3)

Solo es sexo (parte 3)

No sé cuál es tu trasfondo, pero si es uno prohibitivo o se medía la santidad más por lo que no se hacía que por lo que sí se hacía,

  • Catagoría:  Fe
  • Autor:  Miguel Pulido

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Es probable que el concepto de sexualidad haya sido visto con especial atención. Te entiendo. La percepción que tuve por muchos años respecto al sexo es que sabía lo que no debía hacer…aunque no muy bien porqué.

Muchos apelaban a la culpa apuntando al juicio fulgurante de Dios sobre todos aquellos que cometieran esa clase de pecados. Básicamente, estaba mal por las consecuencias. Pero, entonces, venían las preguntas incómodas:

¿Es eso todo lo que a Dios se le ocurrió?

¿La prohibición descansa en el miedo al castigo?

¿Dónde quedan las convicciones?

¿Qué hay de la transformación del corazón?

¿En el fondo, es piadoso hacer algo en función de las consecuencias y no de certezas?

¿No es eso una forma de hipocresía (“lo haría si no hubiera castigo”)?

¿Tiene el evangelio algo más que ofrecer?

Pablo diría que sí:

Ustedes no son sus propios dueños; fueron comprados por un precio.

 (1 Corintios 6:19-20)

El sexo no es sólo sexo.

Porque tú eres alguien por el que vale la pena morir.

Sé que cuando pensamos en la abstención lo primero que viene a la mente es un Dios airado, injusto y retrógrado, pero en lo que deberíamos pensar es en la cruz. El amor de Dios debería trastornar nuestra concepción de la sexualidad. No pienses ni por un segundo que el sexo es sucio o secundario para Dios. No lo es porque tú no lo eres. Todo lo que eres es tan importante para él que dio lo más preciado por ti.

Es normal que cuando el sexo se vuelve casual u ocasional haya una sensación interna de poco valor. Se forman vacíos. Puedo contar por decenas a quienes reconocen que se dan a otros en relaciones sexuales fortuitas porque, aunque sea por un momento, se sienten amados, queridos y valorados. Pero no dura mucho. Entonces deciden creer que son una escoria que no merece amor.

Cuando manejamos el sexo a nuestro antojo, descubrimos que nos metemos en dinámicas tóxicas con una facilidad pasmosa. Nos volvemos esclavos. Aquello que pensábamos que podíamos manejar, nos maneja. Creímos ser nuestros dueños, vivimos como tal y nos equivocamos. Lo que iniciamos en nombre de la libertad se convierte en cadenas que se relacionan con nuestra historia, adicciones, comportamientos peligrosos, identidad y, por supuesto, sentido de valor.

¿Por qué no tomas un camino diferente?

¿Qué tal si te das una nueva oportunidad?

Imagínate la diferencia que haría en tu corazón el dejar de estar sucumbiendo a “la prueba de amor” cada vez que un nuevo novio te la pide. ¡El amor no se tiene que probar! Si alguien está dispuesto a tener tu sexualidad, antes tiene que estar dispuesto a dar su vida por ti. Te lo pongo así: una persona que verdaderamente te ama lo va a hacer, aún si nunca en tu vida pudiera tener relaciones sexuales contigo. ¿No es eso lo que nos conmueve de aquellos que permanecen junto a su esposa aun cuando no se ha levantado de una cama de cuidados intensivos durante meses? ¿Cierto que no pueden tener sexo pero tienen algo mucho más profundo y duradero?

Alguien estuvo dispuesto a atravesar la Eternidad porque te consideraba estimable para semejante sacrificio. No necesitó que le dieras nada para dártelo todo. Si te vieras con los ojos que él te ve, seguramente verías tu sexualidad de una forma distinta.

Fuiste comprado por el precio más alto, la sangre de Jesús.

¿Necesitas otra prueba de amor?

©MiguelPulido


Miguel PulidoPor Miguel Pulido
Miguel es Teólogo del Seminario Bíblico de Colombia, y pastor de jóvenes de la Iglesia Confraternidad en Bogotá, además de ávido escritor con la capacidad de conectar nuestra realidad con la perspepctiva bíblica.

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