La pregunta más frecuente cuando hablamos de relaciones sentimentales en el medio cristiano es esta:
- Catagoría: Fe
- Autor: Miguel Pulido
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¿Cómo puedo saber cuál es la persona que Dios tiene para mí? Entre los solteros esta cuestión existencial es bastante profunda, porque desean que una relación tan importante como la matrimonial esté asegurada desde un comienzo y esté alineada con los propósitos divinos. La idea es: en el mundo hay un ser humano con el cual debes compartir el resto de tu vida, de tal manera que requieres conocer cuál es la voluntad de Dios para no tomar una decisión equivocada.
Sin embargo, es una concepción insostenible.
Ni en la experiencia ni en la Biblia.
La impresión que me deja este cuestionamiento es que todo recae sobre los hombres de Dios y de la espiritualidad de quien ora. Parece como si Dios tuviera una baraja de candidatos en la mano y la persona tiene que adivinar adecuadamente. Pero tenemos que hacer varias preguntas respecto a esta visión:
¿Qué es nuestra responsabilidad en una elección tan importante?
¿Qué pasa si escogemos la persona que no es? ¿Cómo lo podríamos saber?
Todas las parejas tienen conflictos serios en el camino, ¿cuáles demostrarían que uno se equivocó en escoger pareja?
¿Qué determina que uno acertó? ¿Qué define que uno la embarró?
En últimas, ¿Dios tiene alguien para ti?
Aunque suena bonita y ha sido sostenida tradicionalmente, en la Biblia no encontramos este tipo de ideas. El mayor interés de Dios en el matrimonio es que se convierta en un medio para que te acerques más a él y que puedas hacer mejor la vida de otro ser humano. El divorcio, según Jesús, es el recurso al que acude un corazón endurecido (entendiendo que cada caso es particular).
Compartir la vida con otra persona es la verdadera escuela de santidad.
Porque alguien va a conocer tus buenas y malas, tus fortalezas y debilidades, consistencias e incoherencias, triunfos y derrotas. Verá la mejor y peor versión de ti. Serás testigo de lo que nadie más conocerá en toda tu vida de una manera similar. Así que no se trata simplemente de una elección puntual en medio del enamoramiento, sino de quién te conviertes a lo largo de toda tu existencia.
Por supuesto, la oración es importante.
Pero la integridad es lo más esencial.
Ninguno de nosotros es la persona indicada, porque todos somos pecadores en proceso de rehabilitación.
Hemos invertido tanta energía en hablar sobre encontrar la persona correcta que nos olvidamos que lo central es ser la persona indicada. Casarse no se fundamenta en una especie de adivinanza espiritualizada, sino en un compromiso de vida con Dios y con otra persona. Se trata de ser fiel. En las buenas y en las malas. Pase lo que pase. La pregunta no es si encuentras a la persona indicada, sino si estás dispuesto a que ese compromiso sea el más importante que vas a adquirir en este mundo.
Por lo tanto, si escogiste a la persona indicada no se sabe al principio del camino. El noviazgo es una oportunidad para conocerse y saber si ambos eligen compartir, ceder y transformar sus vidas con esa persona. El matrimonio es un camino que dura toda la vida. Una relación previa es una excelente opción para determinar si uno quiere correr esta maratón o prefiere desistir.
Si escogiste la persona adecuada se sabe, entonces, al final del camino. Mi sueño es llegar al instante previo a mi último suspiro, tomado de la mano de Laura, mirarla a los ojos y, después de haber recorrido la aventura de la vida juntos, decirle con plena convicción:
“Eras tú.
Porque contigo viví la mejor vida posible”.
©MiguelPulido
Por Miguel Pulido
Miguel es Teólogo del Seminario Bíblico de Colombia, y pastor de jóvenes de la Iglesia Confraternidad en Bogotá, además de ávido escritor con la capacidad de conectar nuestra realidad con la perspepctiva bíblica.