Primer hecho: en el mundo se sigue celebrando el Halloween.
- Catagoría: Fe
- Autor: Miguel Pulido
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Segundo hecho: en las redes circuló una foto de la nueva alcaldesa de Bogotá besándose con su pareja, quien es otra mujer: Tercer hecho: el Ministerio de Agricultura, por razones que desconozco, aprobó la pesca de tiburones para obtener sus aletas.
Lo que me permitió ver una inesperada conexión entre estos hechos fue las reacciones de algunos cristianos en redes sociales. Respecto al Halloween, la discusión seguirá abierta hasta que el Señor venga: unos dirán que es pecaminoso, otros que no; unos que es diabólico, otros que es una oportunidad de evangelizar. En cuanto al beso de la alcaldesa, un exconcejal cristiano sostuvo que significaba que Bogotá era la nueva Sodoma. Y de las aletas… nada. No leí ningún pronunciamiento escandalizado por parte de ninguno de nosotros.
Los temas aparentemente no tienen nada que ver, pero nuestras maneras de abordarlos descansan sobre una pregunta fundamental: ¿cómo podemos ser fieles a Dios en esto? Requerimos, por supuesto, sabiduría, conocimiento de la Palabra y obediencia. Pero la cadena se rompe cuando somos inconsistentes. No está bien decir que el beso entre mujeres es pecado, pero guardar silencio ante la destrucción del medio ambiente. Discutir sobre cómo relacionarnos con la cultura del Halloween al compararlo con la Biblia, pero ni siquiera mirar nuestra responsabilidad en el cuidado del planeta es incongruente.
No se puede ser santo a medias.
La radicalidad selectiva no es radicalidad en absoluto.
Decimos que no comulgamos con el pecado, pero tengo la impresión que simplemente son algunos pecados. Aunque digamos de labios para afuera que todos los pecados son iguales, la verdad es que seguimos considerando que hay cosas más terribles que otras. Si somos completamente honestos, nos escandaliza un beso lésbico, pero no una corrupción descarada o una injusticia manifiesta.
El problema no es que nos pronunciamos contra esos pecados, el problema es que nos hemos acostumbrado a otros. Es más fácil ver las faltas morales de temas sexuales o espirituales, pero no vemos la poca ética que hay detrás de la voracidad salvaje de unas políticas gubernamentales que respaldan la codicia de unos pocos que destruyen el planeta sin sonrojarse.
Debemos hacer lo uno sin dejar de hacer lo otro.
Porque la incongruencia le quita poder a nuestro mensaje.
¿Significa entonces que todo es relativo? Por supuesto que no. Sigo creyendo que la Biblia debe ser nuestro faro en medio de la oscuridad. Pero lo tiene que ser para toda nuestra vida, no simplemente para lo que nos escandaliza más que otras cosas.
Podemos seguir discutiendo el resto de la vida si está bien o mal usar máscaras el 31 de octubre, la verdadera tragedia es que nos acostumbramos a usarlas el resto del año. Eso es verdaderamente demoníaco. Los disfraces más diabólicos no son necesariamente los que se usan en el Halloween, son los de jueces morales que se escudan detrás de los señalamientos para tratar de encubrir su propia pecaminosidad.
La oscuridad en nuestro mundo tiene una raíz mucho más profunda que el comportamiento y la moralidad. “Esta es la causa de la condenación: que la luz vino al mundo, pero la humanidad prefirió las tinieblas a la luz, porque sus hechos eran perversos” (Juan 3:19). La palabra que se traduce como “prefirió” en realidad es ágape, que más exactamente se puede traducir como “amó”.
El pecado es un asunto de amor.
Amamos más al pecado que a Dios; amamos más nuestra oscuridad que la luz.
¿Ves por qué la solución no es un mejoramiento moral?
Lo que necesitamos desesperadamente es un cambio de corazón.
©MiguelPulido
Por Miguel Pulido
Miguel es Teólogo del Seminario Bíblico de Colombia, y pastor de jóvenes de la Iglesia Confraternidad en Bogotá, además de ávido escritor con la capacidad de conectar nuestra realidad con la perspepctiva bíblica.