Y el Oscar es para

Y el Oscar es para

¡Había un error! El Oscar no era para La La Land sino para Moonlight. Con rabia uno de los ahora perdedores llamó al frente a los verdaderos ganadores

  • Catagoría:  Fe
  • Autor:  Miguel Pulido

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La ceremonia había sido impecable. Los comentarios humorísticos eran adecuados, haciendo que el extenso programa fuera más ameno. Muchos discursos tenían un claro tinte político, mostrando una forma de resistencia que estaba en el corazón de una industria que no va a doblegarse ante las injusticias perpetuadas por políticos. Con inocencia casi infantil vimos cómo bolsas de dulces caían desde el techo del teatro, para momentos después notar que Mel Gibson tenía la lengua de color azul mientras disfrutaba su caramelo. Incluso palpamos la emoción que sintieron los sorprendidos turistas que llegaron, sin previo aviso, a la mitad del teatro y conocieron a las celebridades congregadas allí.

Sin embargo, la gala no había finalizado.

Faltaba entregar el Oscar a la mejor película.

En una escena tristemente célebre, vimos cómo el equipo del musical La La Land pasó a recibir el reconocimiento con evidente alegría. La exultante escena de agradecimiento, frenetismo y discursos se volvió más confusa cuando un personaje reclamó el sobre y lo revisó. ¡Había un error! El Oscar no era para La La Land sino para Moonlight. Con rabia y resignación, uno de los ahora perdedores llamó al frente a los verdaderos ganadores.

Durante 89 años, los premios Oscar han reconocido a películas, actores, producciones y todo el arte escondido de la industria cinematográfica. Las célebres estatuillas son un símbolo de profesionalismo, de metas cumplidas y de sueños realizados. Por eso su entrega siempre estuvo asociada con la perfección, con la infalibilidad de un sistema que no permitiera esta clase de situaciones.

Pero ocurrió…

Es lo que la mayoría va a tener guardado en su mente: el error cometido al entregar el Oscar a la mejor película del año. Se albergará en la mente, en las notas de prensa y se sacará a flote la decepción que generó semejante equivocación (“esperamos que no ocurra lo mismo que el año pasado…”, dirá alguna cadena televisiva). Tenemos una capacidad sorprendente de convertir a los errores en puntos de referencia. Una equivocación de lectura, unos segundos de confusión, la entrega del sobre incorrecto, y todo gira en torno a ello.

Lo más triste, no obstante, es que esta tendencia simplemente es un reflejo de la vida misma. Llevamos a un perfeccionista implacable en el alma. La saña de las críticas menguará, porque es una ceremonia que se celebra anualmente; sin embargo, nuestra reacción frente a este evento manifiesta que vivimos en una sociedad tan alimentada por la ilusión de perfección que no va a dejar escapar ningún error, por pequeño o grande que sea. Si los programas de entretenimiento se dedican a criticar la vestimenta de las personas que asisten a esta ceremonia, ¿deberíamos esperar menos cuando se comete una equivocación de semejante magnitud?

Quizás nos encontramos frente a una oportunidad como personas. Sí, hubo un error, pero podemos elegir ver el panorama completo. También hubo cosas bonitas. Hubo alegría. Hubo belleza. La vida es así: tiene subidas y bajadas, claros y oscuros, triunfos y derrotas, aciertos y desatinos. Por lo tanto, es posible decidir no darle a un error la capacidad de definir todo lo que somos.

Cuando Dios vio su creación dijo que era “buena en gran manera”, no dijo “perfecta”. ¿Por qué? Porque lo perfecto ya no necesita nada más, mientras que lo bueno es susceptible de crecimiento. La creación y todo proyecto humano aún está caminando, progresando, dando pasos. Así fuimos creados. La vida se parece más a una obra de teatro que a una pintura: en algún punto tendremos que aprender a improvisar, para no quedarnos anclados a todas las veces que no acertamos.

Eres más que una equivocación.

©MiguelPulido


Miguel PulidoPor Miguel Pulido
Miguel es Teólogo del Seminario Bíblico de Colombia, y pastor de jóvenes de la Iglesia Confraternidad en Bogotá, además de ávido escritor con la capacidad de conectar nuestra realidad con la perspepctiva bíblica.

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