La mayoría de personas está deprimida por una buena razón

La mayoría de personas está deprimida por una buena razón

¿Usted cree que está deprimido sin razón alguna? Lo más probable es que este deprimido por una muy buena razón. Lea este artículo y descubra por qué...

  • Catagoría:  Fe
  • Autor:  ZonaJ

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Mi tatarabuela nació en 1904 y poco después emigró a América con su familia. Cuando cumplió los doce años, su madre la obligó a salirse de la escuela y entrar a trabajar en una fábrica de llantas 12 horas al día para que así la familia pudiera pagar las cuentas.

Cuando tenía 17 años, su familia la presionó para que se casara con un hombre al que ella no amaba, solamente para obtener estabilidad económica. Poco después de haber dicho “acepto”, mi tatarabuela se dio cuenta de su error y demandó un divorcio.

Tiempo atrás, el divorcio no era algo tan común como lo es hoy en día y su demanda causó mucha controversia en la comunidad. Nadie podía entender por qué una mujer no quería estar con un buen hombre que quería proveer para ella y muchos la consideraron una loca.

Mi tatarabuela no se rindió y logró la disolución de su matrimonio. Sin embargo, a su regreso a casa, su familia había decidido en su ausencia que ella debía estar loca y la encerraron en una institución mental. 

Las instituciones mentales no eran en esos días los lugares limpios, bonitos, blancos y de sanidad que son hoy en día. En vez, estaban llenos de doctores incompetentes que daban diagnósticos apresurados y ordenaban tratamientos de choques eléctricos experimentales a diestra y siniestra.

Los pacientes a menudo pasaban horas atados en camas y eran forzados a tomar drogas que los hacían sentirse peor de lo que ya estaban. Algunos de ellos eran violados, golpeados y abusados de muchas formas. Después de todo, ellos estaban locos. ¿Quién les creería?

Mi tatarabuela me contó todo esto por primera vez poco después de mi cumpleaños número 19. Yo había acabado de descubrir algo bastante desagradable acerca de mi pasado (otra historia para otro día, no se preocupen) y me acerqué a ella para poder confirmarlo, ya que no había nadie más en que yo confiara para que me contara la verdad.

Ella sí confirmó lo que yo había descubierto y se disculpó por la parte que jugó en los hechos. Destruida por las noticias, le confesé que estaba pensando en entrar a terapia. Mi deseo de que un doctor me “arreglara” es lo que inspiró esta historia.

Cuando ella terminó, me dijo: “Todo el tiempo que perdí en ese agujero del infierno, las personas estaban constantemente intentando convencerme de que yo me sentía triste por que mi cerebro estaba funcionando mal. Pero ¿quieres saber lo que en realidad aprendí?”

Me acerqué a ella, absolutamente absorbida por la imagen de mi súper abuela, quien levantó a sus hijos, cultivó su segundo matrimonio y fue una de las primeras mujeres de negocios exitosas de su era que pasó tiempo en una institución mental. ¿Qué abuela? Yo le pregunté sin dar un respiro.

“Aprendí que no estaba triste porque mi cerebro estaba funcionando mal. Comprendí que estaba triste porque mi vida era horrible”.

Inicialmente me reí, por que nunca había escuchado a mi abuela expresarse de esa forma. Pero luego le pregunté con algo de preocupación “¿estás diciendo que no debería entrar a terapia?”

“No,” ella respondió. “Yo no estoy diciendo eso. Lo que quiero decir es que tengas mucho cuidado con un doctor que te dice que una pastilla es la respuesta para una mente que no está funcionando correctamente. En la forma en que lo veo yo, tienes muchas razones para estar triste en estos momentos. Así que si eso es lo que estás sintiendo, me parece bien.”

En estos días vivimos en una cultura en la cual las enfermedades mentales son tan populares que usted es casi considerado un ser anormal sino tiene una. Las palabras de mi abuela son más verdaderas que nunca.

Muchas personas estos días piensan que cualquier señal de ansiedad o tristeza significa un cerebro que no está funcionando correctamente e inmediatamente luego de su descubrimiento, corren al médico por su receta de pastillas de la felicidad.

“Mi cerebro no produce suficiente serotonina” es lo que ellos comentan “por eso es que siempre estoy tan triste!

Siempre es la serotonina, nunca es el trabajo horrible que tienen o el matrimonio sin amor en el que están comprometidos o la impotencia que sienten al darse cuenta que han sido forzados a vivir una vida que nunca hubieran escogido por ellos mismos. No, nunca es eso, siempre es que su cerebro no funcione correctamente.

Por favor no me malentiendan, no estoy intentando atacar a los tratamientos psiquiátricos y tampoco estoy negando la existencia de enfermedades mentales verdaderas, válidas y comprobadas médicamente. Me doy cuenta que hay personas allá afuera que sufren de alucinaciones, miedos irracionales, compulsiones y enfermedades terribles que causan destrozos si se dejan fuera de control.

No me parece mal que estas personas tomen drogas para sentirse mejor, en realidad las aplaudo. 

Son las personas que intentan erradicar cualquier señal de ira o tristeza de la existencia humana las que me parece que están mal. Las emociones negativas son una parte vital de la condición humana y no es hasta que las experimentamos que verdaderamente valoramos sus opuestos positivos.

En otras palabras, uno necesita tristeza en la vida para realmente identificar la felicidad cuando uno se encuentra con esta. Sin la ira, nunca podríamos apreciar la calma. Nuestro odio e indiferencia enfatizan nuestro amor. Privarse a uno mismo de cualquier tipo de emoción característica de nuestra naturaleza es negar las cosas que nos hacen humanos. Nuestras mentes funcionan de la forma que lo hacen por una razón y no están funcionando mal.   

Los americanos de hoy en día están atrapados en carreras decepcionantes que aplastan sus almas. Si ya no están divorciados, sus matrimonios son un desastre. Gastan más de lo que ganan, acumulan miles de dólares en deudas y luego trabajan tiempo extra para pagar por los juguetes con los que nunca tendrán tiempo para jugar.

Dedican sus vidas a agradar hijos desagradecidos que no lograran más que lo que ellos lograron. Horas de su tiempo libre son gastadas en frente de la televisión viendo reality shows por lo que es mucho más fácil ver a las demás personas vivir la vida que vivir la propia.

En un raro momento de creatividad, pueden escribir una postal con un secreto y la envían a un sitio de Internet, por lo que no tienen a una sola persona en la vida en la cual confíen lo suficiente para contarle sus miedos. Ellos sienten todo esto encima de las demás emociones humanas como la muerte, enfermedad y pena moral.

Para ser muy honesto, me parecería muy extraño que la mayoría de las personas no tuvieran pensamientos de suicidio.

La mayoría de las personas no están tristes por que sus cerebros no funcionan correctamente. Ellas están tristes por que sus vidas son horribles. Pero en vez de aceptar este hecho, ellos corren a donde el doctor y ruegan por un diagnóstico que alivie su responsabilidad personal con respecto a esta situación.

Después de todo, si un hombre con una chaqueta blanca te dice que estás funcionando mal, nunca tendrás que preocuparte por arreglar el problema. La triste realidad es que se pasarán el resto de sus vidas cambiando de medicinas y preguntándose por qué ninguna de estas que toman no funciona y cura su enfermedad.

Ellos nunca consideran que la enfermedad sea su vida y que la verdadera sanidad llegará cuando se tomen las medidas necesarias para repararla.

Si usted está triste en estos momentos, quiero que considere que talvez no haya nada malo con usted. Talvez usted este viendo las cosas como deben ser.  Talvez simplemente hay algo que está mal con el mundo. En vez de tomarse unas píldoras esperando que nos mantengan en un efecto eterno de seguridad, talvez deberíamos encontrar que está mal con nuestra sociedad y arreglarlo.

«Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia».
Jesus (Jn 10, 10)


ZonaJPor @zonajnet
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