Intercede por Sodoma

Intercede por Sodoma

Si la escena no estuviera en la Biblia, sería impensable que algo así pudiera pasar.

  • Catagoría:  Fe
  • Autor:  Miguel Pulido

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De todas las imágenes que vienen a la mente cuando pensamos en una conversación entre Dios y el ser humano, probablemente la negociación es la menos adecuada. ¿Quién se atrevería a regatearle al Todopoderoso?

Pero ocurre.

¿El motivo? Sodoma.

Abraham tiene un encuentro con el Señor, quien le comunica que ha decidido destruir a esta ciudad que está sumida en la perdición, la rebeldía y la injusticia. Ya no tienen crédito en la paciencia divina. Quizás algunos pensarían que Abraham, como es un hombre de Dios, justo, piadoso y de fe, se alegraría y aplaudiría la decisión divina de aniquilar a todos esos paganos. ¿No es ese un espectáculo como para alquilar balcón?

Sin embargo, contrario a lo que la intuición religiosa indica, Abraham empieza un “tira y afloja” con Dios. Le dice que no sería justo que destruyera toda una ciudad si existieran personas piadosas en medio de ellos. ¿Cuánto sería el número adecuado? La puja comenzó en 50. Dios dijo que estaba bien…pero Abraham lo pensó mejor, entonces propuso 45. Dios dijo que estaba bien…pero Abraham lo pensó mejor…y bajó, y bajó ¡hasta 10!

Y Dios accedió.

(Nota de la obviedad: si Dios destruyó a Sodoma y a Gomorra, quiere decir que no había ni siquiera esa cantidad de personas justas. Salvar a Lot y a su familia fue un puro acto de misericordia, porque la historia posteriormente evidenciará que hasta ellos tenían sus claras perversiones sexuales y morales).

Volviendo al diálogo de Abraham con Dios, me impacta de forma profunda la manera en la que él decide interceder por una nueva oportunidad para toda una ciudad. Sus bases ni siquiera son aritméticamente lógicas: ¿cómo podría la justicia de unos pocos sopesar la maldad de todo un pueblo? Sin embargo, Dios le sigue la conversación. No lo rechaza ni lo veta ni se ríe. Escucha el corazón de su siervo.

Por alguna razón que desconozco, pensamos que la santidad de una persona es directamente proporcional a su regocijo en el juicio. Nos parece normal que alguien sonría con orgullo mientras dice que tal o cual persona fue a dar al infierno. Creemos que es lo correcto explicar todas las razones pecaminosas que se esconden detrás de las catástrofes naturales con la pequeña soberbia de un “yo se los advertí, pecadores”.

Aprendamos de Abraham.

Sí, la destrucción llegó. El juicio es inevitable cuando se transita ciegamente por la autopista de la rebeldía. Nadie les puso atención a las señales de alerta.

Pero antes de eso, Abraham intercedió. Regateó con Dios a favor de Sodoma. ¡Sodoma! No eran los santos, los más consagrados, los referentes de bondad de este mundo. Ellos se revolcaban felizmente en la suciedad de su pecado, mientras Abraham tenía una cita con el Creador del Universo para ver si podían llegar a un acuerdo para extender un poco su crédito.

En ningún punto Dios fue injusto. Él no tenía por qué haberle consultado nada a Abraham. Creo que lo hizo para que pudiéramos tener el testimonio de cómo es el corazón de una persona que verdaderamente se ha encontrado con Dios: le duele la destrucción que causa el pecado. No baila con bombos y platillos cuando una ciudad se acaba por causa de su maldad, sino que pide otra oportunidad. Deja el juicio en las manos de Dios, pero solicita una nueva pizca de misericordia.

¿Qué harías tú si Dios te contara que va a destruir Sodoma?

¿Cuáles serían tus palabras sobre una ciudad como esta?

¿Qué pedirías para ella?

 

©MiguelPulido


Miguel PulidoPor Miguel Pulido
Miguel es Teólogo del Seminario Bíblico de Colombia, y pastor de jóvenes de la Iglesia Confraternidad en Bogotá, además de ávido escritor con la capacidad de conectar nuestra realidad con la perspepctiva bíblica.

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